Para Ana Istarú y Gioconda Belli
El día que te conocí,
en mi apartamento no hubo agua caliente,
era la primera vez que faltaba en 7 años, y era un día frío -
de otoño - quiebra hueso en Nueva York.
Preferí bañarme, mismo así,
bajo las aguas asustadas por mi empeño,
que me recompensaron con una
inmensa juventud por mi entusiasmo.
Con cámaras, trípode, películas y lapiceros en mi mochila
partí hacia Barnes and Noble,
con la euforia del guerrillero anacrónico
con la euforia del guerrillero anacrónico
que ha vivido la revolución, alejado de las trincheras,
en el exilio, por suerte natural y aterradora,
pero libre del temor a las catacumbas,
pero libre del temor a las catacumbas,
y apertrechado con libros y libretas en mis manos.
Entonces te presentaron.
Entonces te presentaron.
Y a vos te toco el turno de iniciar la lectura;
y de tu rostro tímido surgió una voz que no esperaba,
y de tu rostro tímido surgió una voz que no esperaba,
una presencia idílica, sensual, arrolladora,
con el poder del amor puro, que pudiendo ser mordaz en su nobleza,
llenó de azul las utopías que faltaban.
Y todo cambio tan de repente,
Y todo cambio tan de repente,
pues con mi amor solo quería ser soldado;
Sin sospecharlo, ocupaste en un instante el lugar
que en mi corazón solo tenía reservado para Gioconda,
la gran poetisa de mi tierra, la escritora, la ex-compañera,
que traía nuevas municiones para Yo seguir en guerra.
Pero mi corazón no contuvo la emoción que Yo sentí,
que penetro mi alma a través de mis ojos absortos
y de mis oídos encadenados a la magia de tu canto.
Poseído por esta pasión que tu pasión produjo, veloz
como una bala, que no mata,
embrujadora:
volé, toque estrellas y quise vivir eternamente en tu ojo de agua,
Sin sospecharlo, ocupaste en un instante el lugar
que en mi corazón solo tenía reservado para Gioconda,
la gran poetisa de mi tierra, la escritora, la ex-compañera,
que traía nuevas municiones para Yo seguir en guerra.
Pero mi corazón no contuvo la emoción que Yo sentí,
que penetro mi alma a través de mis ojos absortos
y de mis oídos encadenados a la magia de tu canto.
Poseído por esta pasión que tu pasión produjo, veloz
como una bala, que no mata,
embrujadora:
volé, toque estrellas y quise vivir eternamente en tu ojo de agua,
para beber tu canto, insaciable como tu poesía.
Desde entonces mi vida es una placida noche
sobre las posaderas de la luna embarazada.
Supe entonces que te llamabas Ana,
y que venias de Costa Rica.
Yo me llamo Sergio Alejandro,
y gracias a vos, ahora,
vivo en la Luna, preparando mi libreta
para dar amor en vez de guerra.
2008 ©Sergio Alejandro Plasencia
Desde entonces mi vida es una placida noche
sobre las posaderas de la luna embarazada.
Supe entonces que te llamabas Ana,
y que venias de Costa Rica.
Yo me llamo Sergio Alejandro,
y gracias a vos, ahora,
vivo en la Luna, preparando mi libreta
para dar amor en vez de guerra.
2008 ©Sergio Alejandro Plasencia

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