Friday, October 31, 2008

EL BLUES DE UN POETA DESCONOCIDO

¿De quien son estas cadenas
que de mi pecho arranco?

S.A.P.



Yo, Sergio Alejandro Plasencia,
el del dolor acuestas a los pies de la montaña;
el que filtró en silencio el derrumbe de los días;
el del galope lento en la estación de los caballos:

Indio nicaragüense: amputado, adoptado,
ingenuo, dependiente, obediente, derrotado, huí...

y prófugo vagué, perseguido por la moral a fiel distancia,

loco de amor, y tirano de tantas cosas, vagabundié como un gitano,
haciéndome compañero, amante, amigo, padre,
hasta traicionarlo todo como pragmático y secular alumno,
para llegar, con la desnudez del amor puro, a ser poeta,
y finalmente hombre, aprendiendo a quereeeeeeeeeeermeeeeeeee – a mi mismo -
en medio de la urbana selva, minada, ando,
privado y anónimo, de manos abiertas,
rompiéndome los huevos, cagándome a gritos,
sepultando a los fantasmas que vienen a mi encuentro,
resucitando mi pasado, a cada paso, ambiguo, perdido,
sin reposo, en marcha tremenda, hacia la muerte - vivo:

Triste o contento, de tesis en mis labios,
y antítesis en mis pasos, que me pierden,
pues sin pensar camino y al pararme me masturbo,
me duermo, sueño y vuelvo a nacer frente a un espejo
que sonríe cuando lloro,
y de mi rostro solo veo las lágrimas que caen
de mis pobres ojos miopes,
saturados de ternura, infatigables obreros del llanto.

Y desafiando a mi suerte, recojo mis lágrimas entre mis manos,
y bebo mi salada cristiandad para vencerla, y para que no me joda más,
pues se necesitan zapatos con suelas de clavos y cabezas humanas
como escalinatas para triunfar en esta vida, de mierda; ¡Lo sé!
pero no puedo ser así:

Podré querer ser ateo, pero sigo siendo hermano de mi hermano;
y le doy mi mano al ciego para que me ayude atravesar la calle;
y una limosna al mendigo para aprender hacer buen uso del dinero;
y de beber al sediento para no ahogarme en tierra firme;
y de todo eso hago porque no soy un sodomita:

Mismo así me debilito una vez más, y me vuelvo a entristecer;
y mis lágrimas son tantas que ya no las puedo beber;
entonces pienso, y escribo para no dar el salto.

Esta noche no es por casualidad que me encuentro ante vos,

amante de la libertad.

Ante ustedes que escuchan mis quejas,
y ahora conocen mis secretos,
amigos anónimos – efímeros - sinceros –
irónicamente en ustedes sin persignarme creo,
mientras confiero a tientas la verdad que la naturaleza esconde;
mientras ambiguo aguardo por saber, apenas, mi verdadero nombre:

Por ahora me despido, agradeciendo vuestro silencio;
ya callaré también, y entre la muchedumbre, anónimo,
retomaré el camino de la duda, y me volveré a perder -
adiós.

2008 ©Sergio Alejandro Plasencia

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